PARTE SACRA

Taedet Animam meam, Tomás Luis de Victoria

O vos omnes, Tomás Luis de Victoria

Peccantem me quotidie, Cristóbal de Morales

Dulcissima María, Sebastián de Vivanco

Ave María, Francisco Guerrero

Magnificat Octavi Toni, Tomás Luis de Victoria


PARTE PROFANA

Si tus penas no pruebo, Francisco Guerrero

Cuando os miro, mi Dios, Villanescas, Francisco Guerrero

Mi libertad en sosiego, Juan del Enzina

Todos los bienes del mundo, Juan del Enzina

¿Qués de ti, desconsolado?, Juan del Enzina

Si no os hubiera mirado, Juan Vásquez

El Fuego, Mateo Flecha


NOTAS AL PROGRAMA

Conmemoración del aniversario del nacimiento de Santa Teresa de Ávila

santa-teresa-de-avilaAnte el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa, nuestro proyecto desea recalcar a través de la música dos realidades fundamentales:

. El ambiente cultural originario de la santa, ese ambiente que hizo de la Ávila del siglo XVI la cuna de grandes figuras para la posteridad.

. Mostrar un elenco musical de los mejores autores que coincidieron en el tiempo con tan ilustre personaje.

Con ambos mimbres tejeremos nuestro sentido homenaje a Santa Teresa, añadiéndole todos los paralelismos posibles entre sus inquietudes espirituales, sus datos biográficos y las piezas musicales que deseamos proponer.

El concierto está articulado en dos partes: de un lado se ofrece un repertorio litúrgico religioso configurado por la más exquisita polifonía en latín del período con obras de Tomas Luis de Victoria, Sebastián de Vivanco, Francisco Guerrero y Cristóbal de Morales, y de otra parte una serie de obras poéticas en castellano más relacionadas con el ámbito profano, esta vez de la mano de Juan del Enzina, Francisco Guerrero, Juan Vásquez y Mateo Flecha “el Viejo”.

Hasta la presente se ha considerado que Victoria, Guerrero y Morales configuran la trinidad máxima del esplendor polifonista español, alcanzando una calidad musical de resonancia internacional. Han sido seleccionados para este concierto por su excelencia y preeminencia indiscutible y por coincidir temporalmente con Santa Teresa, compartiendo con ella el misticismo propio de la época y la profundidad de sus obras, así como por la similitud de muchos de sus datos biográficos. A ellos hemos querido añadirle 4 figuras más. Dos antecedentes y dos contemporáneos.

Juan del Enzina y Mateo Flecha el Viejo nos ayudaran a dibujar la España anterior a los desvelos teresianos, para conocer mejor los cimientos culturales de los cuales bebió ella, esa España recientemente reunificada por los avatares de la historia, que ha conseguido expulsar a la religión musulmana de su territorio, y que anda buscando la estabilidad espiritual de un pueblo convulso, con grandes desigualdades en su seno. Una España profundamente preocupada por las cuestiones religiosas, de tal manera que tinta con ellas muchas de las piezas profanas que se producen en estos días, como veremos en los ejemplos seleccionados.

Sebastián de Vivanco y Juan Vásquez por el contrario son un claro exponente de dos figuras de gran talla musical injustamente tratadas por el paso del tiempo. Una profunda revisión musicológica del momento musical al que nos acercamos es muy posible que configure una nueva y más acertada visión de aquella realidad, que consiga poner en su sitio a músicos que a día de hoy son poco más que un nombre rescatado del pasado. Por eso y por su significación para con la Santa de Ávila hemos querido completar con ellos nuestro programa.

Victoria y Vivanco eran ambos abulenses, y aunque no se conocen sus fechas exactas de nacimiento, es muy probable que el primero naciera entre 1547 y 1550 y que el segundo fuera un par de años más joven. Hasta el ingreso en 1565 en el Colegio Germánico de Roma de Victoria, o la entrada de los estudios sacerdotales de Vivanco en 1566, la vida de ambos transcurrió en su ciudad natal, formándose como niños cantores en la catedral, hasta que se produjo el cambio de voz. Se trata precisamente de un período muy interesante en la vida de Santa Teresa. Durante esos años ella también permaneció en Ávila, en cuyo convento de la Encarnación ingresó en 1534. Son años cruciales, en los que pasó de ser una monja liviana, interesada por las cosas mundanas, con trato constante con seglares y visitas frecuentes, según el relajo de la vida conventual de la época, a tener sus primeros arrebatos místicos y a desear fervientemente la reforma de su Orden Religiosa poniendo el acento en la pobreza, la soledad y el silencio. Es pues muy posible que Teresa tuviera oportunidad de escuchar a esos dos niños cantores que un día se convertirían en músicos de talla extraordinaria, y conociendo lo impresionable y sensible que era su alma al estímulo externo, y a la belleza musical, es muy posible que dicha música le proporcionara hermosas experiencias interiores.

La pieza que abre el concierto, El Taedet Animan Meam, pertenece a Tomás Luis de Victoria, y es una Lección de los Maitines de su Officium Defunctorum. En 1596 encontramos a Victoria en Madrid, como capellán de la Emperatriz María, en el convento de las Descalzas Reales. Para sus exequias funerarias compuso Victoria dicho Officium Defunctorum en 1603, siendo ésta su última obra, que publicó dos años más tarde. En recogido anonimato permaneció Victoria como organista entre las Descalzas hasta su muerte, en 1611. Se da la feliz coincidencia de que tanto en la fundación de este convento como en las primeras fundaciones llevadas a cabo por Teresa encontramos involucrado como promotor a Francisco de Borja. Estamos pues ante una pieza de gran madurez. El texto del motete que nos ocupa pertenece al libro de Job, y nos presenta un profundo lamento elevado con angustia hacia Dios ante los pesares de la vida. Esta escrito a 4 voces, y a diferencia del resto del conjunto, es muy silábico y homofónico, con un ritmo insistente, incidiendo así con dramatismo en las ideas pintadas a través del texto.

De Victoria es también el motete O vos omnes perteneciente al Officium Hebdomadae Santae del Viernes Santo. De nuevo es un texto que resalta el dolor humano, y precisamente en el uso de la disonancia y su forma de prepararla podemos advertir que nos estamos alejando progresivamente del mundo renacentista, para sumergirnos en un nuevo lenguaje expresivo. En el libro de su Vida, Teresa nos dice que su confesor y director espiritual le pidió…”que cada día hiciese la oración sobre un misterio de la Pasión, y que le sacase jugo, y que sólo meditara en la Humanidad de Cristo”. Esta pieza nos parece pues una pintura sonora perfecta.

Ecce nunc está construido a 8 voces sobre un salmo destinado al rezo de las completas que Victoria publicó en Madrid en 1600, desarrollando con maestría la textura a dos coros, desarrollando las nuevas técnicas puestas en circulación por los autores venecianos, pero sin renunciar a su propia grandeza y particularidad expresiva.

Según el testimonio de Sor María de San José, Santa Teresa repetía con mucha frecuencia en voz baja y en castellano la oración del Magníficat. Incluso se ha documentado que la santa tuvo dos experiencias místicas al recitar las primeras palabras de este cántico mariano. Es por ello que os proponemos un Magnificat de Victoria….

Tanto Teresa como Victoria se erigieron, en nombre de una nueva espiritualidad, y cada cual en su terreno, en proclamadores de una profunda reforma en pos de la virtud y del sentimiento religioso más puro. Teresa persigue la reforma de la vida monacal, y Victoria la exclusión de lo profano y de los asuntos amorosos, deshonestos e indignos en la música religiosa del momento.

En el caso de Vivanco, además de Ávila, el músico comparte dos escenarios más con Santa Teresa: Segovia y Salamanca. Si bien no coincidieron en el tiempo, a los dos les marcó el paso por urbes tan relevantes. El primero trabajó en ellas como maestro de capilla de sus catedrales y acabó como profesor de música en la universidad salmantina. Teresa fundó un convento en Salamanca, que visitó en numerosas ocasiones, otro en Alba de Tormes, en el que finalmente murió y se conservan la mayor parte de sus restos mortales, y fundó un convento en Segovia, para acoger a las monjas que debieron abandonar la fundación de Pastrana ante los problemas ocasionados por la princesa de Éboli.

De Vivanco proponemos los motetes Stabat Mater y Ducissima María, ambos a 4 voces. El Stabat Mater es una secuencias que se interpretaba antes de la lectura del Evangelio, el Viernes de Dolores. El texto es un poema anónimo del siglo XIII que describe el profundo sufrimiento de la Virgen ante la crucifixión y muerte de su hijo. De nuevo una pieza seleccionada ex profeso, pues este tema era precisamente uno de los pasajes marianos preferidos de la santa abulense para su meditación. A Teresa le gustaba contemplar la fortaleza de María y su comunión con el misterio de Cristo al pie de la Cruz como así se desprende de sus libros Camino de Perfección, o Conceptos del Amor de Dios. En la Pascua de 1571, precisamente en Salamanca, Teresa experimenta la desolación y el traspasamiento del alma (que es como una noche oscura del espíritu) en un arrebato místico, lo que le hace recordar la soledad de la Virgen al pie de la Cruz, según relata en el Libro de las Relaciones.

El motete Dulcissima María apareció publicado en Salamanca en 1610 como parte de su Liber Motecturum. El texto refunde un pasaje del Cantar de los Cantares con otros del Salmo 45, antecedente en parte de algunas de las palabras reflejadas en el Magnificat que después se le atribuirá a María en el Nuevo testamento. Subrayamos con ello la enorme importancia que tuvo la devoción mariana en la vida de Teresa, una devoción heredada de su madre Doña Beatriz, quién le enseño de niña a rezar el rosario. Cuenta la santa que a sus 13 años, cuando falleció su madre, le suplico a la Virgen que la sustituyera en su cuidado y protección.

Encontramos en las obras de Vivanco un estilo compositivo y expresivo muy similar al de Victoria, presentando siempre un equilibrio perfecto entre la preocupación por subrayar el texto musicado y la búsqueda de su intensificación a través del arte sonoro, de manera que vamos a encontrar las técnicas polifónicas compositivas del renacimiento (tales como la imitación y el contrapunto) combinadas con las primeras manifestaciones de una nueva sonoridad armónica.

Con Cristóbal de Morales y Francisco Guerrero nos introducimos en otro de los ambientes más importantes de la España del siglo XVI: la ciudad de Sevilla, un centro cultural que el comercio con las Américas desarrolló de manera muy especial. Es muy posible que Santa Teresa coincidiera con el primero en Ávila, donde fue maestro de capilla de su Catedral en 1526, y con el segundo en Sevilla cuando la santa la visitó para fundar un nuevo convento de carmelitas en 1575.

De Guerrero en su vertiente sacra proponemos el motete Ave María a 4 voces, construido sobre el cantus firmus del homónimo gregoriano, situado en la voz del tenor, tejiendo un entramado de contrapunto imitativo a su alrededor. Varias son las citas teresianas que hablan de la excelencia y de los beneficios que conlleva el rezo del Avemaría. Pero basten estas palabras suyas para ilustrarlo: “Duraba tan poco la oración de unión, que no se si llegaba al tiempo de un Avemaría; más quedaba con unos efectos tan grandes que, aunque no tenía 20 años, me parece que traía el mundo bajo los pies “ (del libro de su Vida).

Cristóbal de Morales completa la muestra de polifonía religiosa, ofreciendo en su persona un nexo entre los antiguos polifonistas francoflamencos y la nueva espiritualidad ibérica, que tanto se ha comparado con la mística teresiana. Parece que llegó a influir en el propio Palestrina cuando visitó Roma, y fue maestro de Guerrero, al que también legó una importante influencia musical. La pieza propuesta, el Motete a 4 voces Peccantem me quotidie, Responsorio del Oficio de Difuntos, es uno de sus motetes más expresivos, consiguiendo un especial dramatismo en las palabras más importantes, usando la técnica de la homofonía para subrayarlas, como en el caso por ejemplo de la palabra Conturbame; técnica que se va a mezclar con pasajes contrapuntísticos e imitativos.

En lo tocante a la música de corte más profano, proponemos para empezar dos cantatas de Juan del Enzina, personaje que alcanzó las más altas cotas en el campo musical y literario justo en el período anterior, a finales del siglo XV y principios del XVI.

Levanta Pascual, aballemos a Granada y ¿Qu’es de ti, desconsolado? Son dos cantatas a 3 voces. A finales del Renacimiento comienzan a usarse los términos de cantata y sonata para referirse a una pieza vocal e instrumental respectivamente. Estos términos llegarán muy lejos siglos posteriores con otros significados diferentes. Las obras que nos ocupan tienen ambas como tema la conquista de Granada pero desde visiones muy diferentes. La primera es de tono jocoso y popular: un grupo de pastores se preparan para acercarse a esta urbe, cargada de nuevas posibilidades de futuro. El tono desenfadado, un ritmo vivo y una sencilla conjunción homofónica con tan sólo un pasaje imitativo inicial nos describe un fresco de gran vitalidad. Todo lo contrario en la segunda, en la que Enzina se pone en la piel del rey moro que ha perdido la batalla y se lamenta con él, no sin cierta ironía hacia el vencido, al que se le invita a renegar de su fe a través de una música exquisita cargada de melancolía. Si bien se les denomina cantatas, la métrica de los textos coincide con la del típico romance español, y esta es la causa principal de nuestra elección. Nos remitimos de nuevo a la autobiografía de Teresa, donde nos confiesa que ya desde sus primeros años mostró una imaginación vehemente y apsionada. Su padre era aficionado a la lectura, y guardaba diversos romanceros y libros de caballería en su biblioteca personal, lecturas que hicieron despertar el corazón y la inteligencia de la pequeña Teresa desde sus 6 o 7 años de edad. Es pues muy probable que conociera a Enzina y que se deleitara con textos muy similares a los que presentamos. De hecho, la pasión suscitada por tales relatos inspiraron a Teresa y a su hermano Rodrigo, de pequeños, el deseo de sufrir martirio, para lo cual se fugaron de casa rumbo a “tierras de infieles”, u ocupadas por musulmanes, pidiendo limosna a los transeúntes, para que allí los descabezasen. Su tío, que los encontró a las afueras de Ávila, los llevó de vuelta a casa, ante lo cual los dos hermanos decidieron hacerse ermitaños, convencidos de que su proyecto original era irrealizable.

La ensalada El Fuego de Mateo Flecha “el Viejo”, es de principios o mediados del XVI, aunque fue publicada y difundida junto con otras a finales de dicho siglo por el sobrino del autor, que las publicó en Praga. La denominación del género de debe a la mezcla que suponen: son piezas donde podemos encontrar distintos idiomas, el tema religioso y profano, lo serio y lo cómico, los cambios de ritmo, alternancia de las voces, distintas texturas, onomatopeyas, etc. En ellas podía amalgamarse canciones de diversa procedencia, parodiarse las piezas famosas de otros autores o las propias, y podían ser de nueva creación o reutilizarse a manera de popurrí. Fragmentos de distintas obras se unían para crear un nuevo hilo argumental resultante de la nueva combinación. Tienen un fuerte carácter popular y humorístico y gozaron de mucha popularidad.

El Fuego plantea una lucha entre el bien, simbolizado por el agua salvífica, y el mal, encarnado en el fuego del pecado. Son símbolos recurrentes, presentes en el imaginario español del momento, que han influido en la forma de expresarse de nuestra protagonista principal. De hecho décadas después de la composición de esta ensalada Teresa usará un símil muy parecido en el libro de su Vida, en los capítulos que van del 11 al 23, desarrollando un manual clásico de oración donde compara los 4 niveles de esta práctica con cuatro formas de regar un huerto, para que las flores de la virtud crezcan con fuerza y con belleza.

Tres hermosas canciones profanas completan el homenaje a Teresa: Si tus penas no pruevo y Cuando os miro, mi Dios, ambas del libro de Canciones y Villanescas espirituales de Francisco Guerrero, publicado en Venecia en 1589, y ¡Oh, dulce contemplación! Del libro de Recopilación de sonetos y Villancicos a 4 y a 5 voces de Juan Vásquez publicado en Sevilla en 1560. En realidad son piezas cuya clasificación no resulta nada fácil. Se denominan piezas profanas por estar escritas en castellano, con la métrica poética en boga, mirando hacia modelos musicales populares y bebiendo de la tradición profana renacentista anterior pero siguiendo así mismo el nuevo estilo madrigalista procedente de Italia. Sin embargo el tema de los dos primeros es religioso y resulta ambiguo, o aplicable indistintamente al amor religioso y al profano, en el tercero de los ejemplos.

Si bien las tres manifestaciones están muy en consonancia con las obras de este periodo y los nuevos gustos musicales y literarios, en estos dos compositores encontramos una forma de proceder diametralmente opuesta: Juan Vásquez, siendo sacerdote, se preocupo mucho de dar a conocer su producción profana, publicándola en numerosas ocasiones. La mayoría de sus canciones son de tema profano y amoroso. Pero curiosamente no queda apenas rastro de su producción religiosa, algo que resulta bastante extraño en el contexto histórico en el que nos estamos moviendo. Sin embargo, en el caso de Guerrero, que también era sacerdote, éste compuso la mayoría de sus villanescas profanas en su juventud, pero desde la vejez seleccionó las más elevadas y exquisitas a su parecer para cambiarles el texto por otro religioso y espiritual, o compuso nuevas obras directamente de tema religioso, y estas fueron las que publicó, avergonzándose de su vena puramente profana.

En ambos casos, desde el punto de vista temático, nos encontramos de nuevo con el misticismo típico teresiano. Ella podría haber firmado el texto de las tres canciones seleccionadas. En todas se presenta ese afán de equiparar el amor mundano a la relación entre el hombre y la divinidad, resaltando los afectos, las emociones y los sentimientos que nos hacen más humanos, así como los atributos más humanos de la propia divinidad. Otras cosas que acercan la figura del compositor extremeño Juan Vásquez a Teresa son los lugares en los que desarrolló su actividad musical, tales como Badajoz, Palencia o Sevilla, lo que de nuevo hace muy plausible que la santa pudiera degustar su música. Es muy probable que de haberse conservado más y mejor la producción religiosa de Juan Vásquez, tuviéramos que incluirlo en la trilogía de los considerados como los tres mejores polifonistas españoles de todos los tiempos, a saber: Morales, Guerrero y Victoria.

Víctor Manuel Guarnido Franquelo

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