DEL CANTAR DEL ALMA
Parte I Italia
Venecia (aprox 1567):
Cantate Dominum, Giovanni Croce (4vv)
Egredimini et Videte, Andrea Gabrieli (8vv)
Magnificat, Giovanni Gabrielli (8vv)
Roma (1570):
Jesu Rex admirabilis, Palestrina (3vv)
Jubilate Deo, Ruggiero Giovanneli (8vv)
O Rex Gloriae, Luca Marenzio (4vv)
Parte II España
Madrid (1576):
Ave Maria, Fernando de las Infantas, (5vv)
Ecce nunc Benedicite, Tomás Luis de Victoria (8vv)
Regina Caeli, Francisco Guerrero (8vv)
Toledo (1577):
Ave María, Cristóbal de Morales (5vv)
Ave Regina caelorum, Alonso Lobo (5vv)
Cantate Dominum, S. Vivanco (8vv)
DEL TAÑER DEL CORAÇON
A los maitines era (villancico) anónimo
Dime triste corazón (villancico) Francisco de la Torre
Con amores la mi madre (villancico) Juan de Anchieta
Muy triste será mi vida (villancico) Juan de Urrede
Cucú (villancico) Juan del Enzina
Dindirindín (villancico) anónimo
Ah Pelayo? que desmayo (villancico) Juan de Aldomar
Teresica hermana (villancico) Mateo Flecha «el viejo»
Viva el gran rey don Fernando (frottola) Carlo Verardi
Pues que Dios te hizo tal (canción) Juán Cornago
Levanta Pascual, aballemos a Granada (cantata) Juan del Enzina
¿Qué es de tí, desconsolado? (cantata) Juan del Enzina
La Tricotea (canción de taberna) Alonso
Prado verde y florido (villanesca) Francisco Guerrero
¿Con qué la lavaré? (villanesca) Juan Vasquez
El fuego (ensalada) Mateo Flecha «el viejo»
NOTAS AL PROGRAMA
Música en los tiempos de El Greco
(Creta 1541 – Toledo 1614)
Bien es sabido que las efemérides son oportunidades que se aprovechan para revisar en profundidad la obra de un personaje o artista y para revalorizar su legado, en este caso además, El Greco, es hoy día uno de esos grandes pintores que sentimos en nuestro país como propio. Un artista popular e inconfundible del que el ciudadano de a pie identifica el estilo al igual que el de Velázquez o Goya por poner un ejemplo. Por todo ello, consideramos que el hecho de que tamaño artista de origen cretense, se estableciera y viviera en España los últimos 37 años de su vida merece ser conmemorado y celebrado.
Convencidos de que la música es un fiel reflejo de la sociedad y el tiempo donde fue gestada, con el presente proyecto queremos ofrecer una amplia muestra de la que se desarrolló en aquellos lugares donde vivió El Greco y poner en torno a él su contexto musical retratando la España e Italia de los siglos XV y XVI. Para ello presentamos dos programas, uno sacro, del cantar del alma, que va discurriendo por la obra de los músicos más representativos de las ciudades donde vivió el pintor; Venecia, Roma, Madrid y Toledo, y un segundo programa profano, del tañer del coraçon, donde nos centramos en la rica producción de música profana del renacimiento español. Creemos poder decir que abarcamos con estas dos propuestas una realidad sonora de la que el pintor griego no pudo sustraerse.
La música era arte apreciado por El Greco, el pintor Jusepe Martínez escribía sobre él; “Ganó muchos ducados, más los gastaba en demasiada ostentación de su casa, hasta tener músicos asalariados para cuando comía gozar de toda delicia” , es por tanto indudable que, El Greco, como vecino de la ciudad de Toledo, debió ser espectador y oyente de todas las ceremonias y de la música que las acompañaban en la Catedral Primada, cuya capilla era una de las más renombradas de España. Además, queremos retratar en nuestra propuesta la música italiana que tambien debió conocer a su paso por Venecia y Roma, centros musicales importantísimos en el periodo renacentista y que a su vez influyeron en la música española.
El Greco debió disfrutar también, con mayor o menor interés, la vivaz música profana que tan fielmente refleja los devenires históricos del momento y los problemas cotidianos de la que presentamos un programa que agrupa un nutrido grupo de formas y temáticas características para crear un fresco de la gran cantidad y calidad de la música de este periodo.
Respecto a nuestra interpretación, esta es historicista, cuidando las ediciones e interpretaciones musicales con rigurosos criterios musicológicos y acompañándonos, de instrumental histórico a la manera en la que esta música era interpretada en su época tanto en las cortes como en las capillas. Colaboramos así, en esta ocasión, con el experimentado ensemble de ministriles «La Danserye» para recrear los ambientes sonoros entro los que nuestro artista hubo de vivir.
DEL CANTAR DEL ALMA
En este recorrido por la música sacra queremos retratar la esencia de la música que se estaba gestando en los importantes centros musicales por donde transcurrió el devenir de El Greco; Venecia, Roma, Madrid y Toledo, donde encontraremos a las figuras cumbre de la polifonía del renacimiento destacando entre todo ellos Palestrina en Roma y Victoria en Madrid.
A diferencia de la propuesta profana en la que encontramos gran diversidad de formas musicales, escucharemos sólo un tipo compositivo, el motete, que en el siglo XVI, corresponde a una pieza vocal polifónica e imitativa sin acompañamiento instrumental que pone en música el texto sagrado en latín e intenta expresarlo dramáticamente cada vez con mayor intensidad según nos aproximamos al barroco. Si bien en esencia el motete renacentista es imitativo, las composiciones policorales, de las cuales escucharemos numerosos ejemplos, irán caminando hacia estéticas cada vez más homofónicas, donde hay secciones en que las voces de cada coro declaman juntas el texto.
En cuanto a la temática de las piezas, todas las escogidas son jubilosas y destilan una exultante alegría pudiéndose dividir en dos tipos; salmos, que son textos de alabanza como Laudate Dominum, Ecce nunc benedicite, Cantate Domino o Iubilate Deo y cantos destinados a loar las virtudes de la virgen, que serán las antífonas; Salve Regina, Ave Maria o Regina Caeli.
Respecto a los compositores seleccionados hemos querido, en ambos programas, junto a las grandes figuras como Palestrina o Victoria, dar la oportunidad de escuchar a otros maestros que han quedado un tanto en la sombra como Boluda o De las Infantas por citar a dos autores españoles, o Croze y Anerio entre los italianos.
El peregrinar de nuestro viaje comienza cuando Doménikos Theotokópoulos, nacido en Creta en 1541 y pintor de iconos postbizantinos, decide viajar a Venecia en 1567. Hubo que quedar verdaderamente impresionado al conocer la obra de Tiziano, Tintoretto o Veronesse. Probablemente aprendió en el taller de Tiziano o de los alumnos de este algunos de sus rasgos característicos de estilo como los fondos arquitectónicos que dan profundidad a las composiciones, el dibujo, el color naturalista y la forma de iluminar.
Venecia era un importante núcleo cultural donde la Basílica de San Marcos era el epicentro de los interesantísimos experimentos policorales que se exportarían después al resto de Italia y al centro de Europa. En San Marcos la existencia de un gran órgano fijo y otro móvil, permitía alternancias entre coros o entre coros y solistas separados. Por tanto se tenderá hacia la ocupación del espacio de la basílica por los cantores y la espacialidad del sonido, siendo esta la característica más propia del estilo veneciano. En esta línea escucharemos los motetes a dos coros de Andrea Gabrielli y de su sobrino Giovanni Gabrielli, ambos organistas de la catedral. Para comenzar el concierto y completar el cuadro veneciano escucharemos también un motete a 4 voces de Giovanni Croce, prolijo compositor de madrigales que llegó a ser maestro de capilla en San Marcos.
Cuando el Greco llegó a Roma en 1570 Miguel Ángel y Rafael habían muerto, pero su enorme influencia seguía vigente y se había entrado en una etapa manierista en la que desde un estilo clásico común las figuras habían empezado a exagerarse y complicarse buscando un virtuosismo preciosista y dejando que la libertad expresiva de cada artista definiera su propio estilo.
El Greco entró en el círculo intelectual del Cardenal Alessandro Farnese, que frecuentaba a diversos religiosos y hombres de letras españoles, e ingresó más tarde en la asociación gremial romana, la Accademia di San Luca, trabajando preferentemente desde entonces como retratista y en pequeñas obras religiosas para clientes particulares en un estilo mucho más italianizado y avanzado pero, sin conseguir encargos de envergadura, por lo que decidió emigrar.
En cuanto a la música en Roma, hay una gran e indiscutible figura a destacar, Palestrina, cuya música fue tomada en seguida como ejemplo. Este gran compositor, maestro de capilla de San Pedro consigue, dentro del complejo entramado polifónico, respetar los acentos de las palabras latinas y de los nexos discursivos y una cantabilidad y fluidez extraordinarios en el discurso musical. Elegimos para representar a este conocidísimo músico un sencillo y exquisito motete a tres voces. Continuaremos con músicos que enriquecieron la escuela romana y que fueron instruidos en las enseñanzas de Palestrina; Felice Anerio y Ruggiero Giovannelli, este último su sucesor como maestro de capilla en San Pedro. Por último, Luca marenzio, compositor romano más conocido por su extensa y exitosa producción de madrigales.
El periodo italiano de El Greco duró nueve años y es considerado como un tiempo de estudio y preparación, pues su genialidad y estilo característicos surgieron tras la llegada a Toledo, a partir de 1577.
En estos años en los que llegó a España la corte se acababa de instalar en Madrid, el monasterio de El Escorial estaba concluyéndose, y Felipe II había invitado al mundo artístico de Italia para que fuera a decorarlo. No es más que una hipótesis el que dichas obras decorativas fueran el motivo que le decidiera a viajar a Madrid. Ya en la corte conoció a Luis de Castilla, deán de la Catedral de Toledo. La amistad del Greco con Castilla le aseguraría sus primeros encargos importantes en Toledo, ciudad a la que se trasladó tras permanecer escasamente un año en Madrid. El Greco tuvo dos encargos del rey, ambos aún hoy en el monasterio de El Escorial, Alegoría de la Liga Santa (también conocido como la Adoración del nombre de Jesús o Sueño de Felipe II) y El martirio de San Mauricio y la legión tebana, cuadros que no gustaron a Felipe II por lo que no obteniendo más encargos finalmente se estableció en Toledo en 1577 donde había sido recibido como un gran pintor.
Nos detenemos en este punto en la figura de nuestro gran polifonísta, Tomás Luis de Victoria. Junto a Palestrina, son los dos autores cumbre de la música sacra del renacimiento, de tal modo que ensombrecieron a sus coetáneos. Victoria podría haberse ubicado en cualquiera de las ciudades que tubieron relación con El Greco ya que vivió gran parte de su vida en Roma, conoció la música veneciana y, como Palestrina, fue interpretado en todas las capillas españolas. Es impensable que nuestro pintor no escuchara en múltiples ocasiones las composiciones de estos dos grandes artistas.
Victoria vino de Roma a Madrid para ocupar el cargo de capellán de la Emperatriz Maria de Austria, hermana de Felipe II y murió en Madrid en 1611. Así pues, escucharemos como obras representativaa de la corte de Madrid un salmo a dos coros del abulense Victoria, un Ave María a 5 voces de Fernando de la Infantas, músico cordobés que obtuvo el favor del rey Felipe II el cual fue destinatario de todas sus composiciones, y por último, una grandiosa composición a ocho voces del gran maestros sevillano Francisco Guerrero, que no podía estar ausente en este fresco del renacimiento español ya que debido a su gran fama fue interpretado en Madrid así como en toda España, Italia y América latina aun muchos años después de su muerte.
El Greco, si bien no obtuvo favores del rey Felipe II ni de la Catedral como esperaba, encontró el mecenazgo en un grupo de hombres de iglesia cuyo objetivo era propagar la doctrina de la Contrarreforma, pues la carrera del Greco coincidió con el momento de la reafirmación católica contra el protestantismo propiciada por el Concilio de Trento, siendo el centro oficial del catolicismo español la Archidiócesis de Toledo, una de las ciudades más grandes de Europa, contando en 1571 con unos 62.000 habitantes. Así, el Greco se convirtió en el ilustrador de las ideas de la Contrarreforma. Su fama atrajo a muchos clientes que solicitaban réplicas de sus obras más conocidas. Estas copias realizadas en grandes cantidades por su taller, hoy todavía crean confusión en su catálogo de obras auténticas.
En los treinta y siete años que el Greco vivió en Toledo, residió siempre en el palacio del Marqués de Villena hasta su muerte en 1614. Desde su llegada su estilo se transformó profundamente, pasó de un estilo italianizante a otro muy dramático, propio y original, intensificando sistemáticamente los elementos artificiales e irreales: cabezas pequeñas descansando en cuerpos cada vez más largos; la luz cada vez más fuerte y estridente, blanqueado de los colores de los ropajes, y un espacio poco profundo con superpoblación de figuras, que dan la sensación de una superficie plana. En sus últimos quince años, el Greco llevó la abstracción de su estilo hasta límites insospechados. Consiguió imprimir a sus obras un fuerte impacto espiritual alcanzando el objetivo de la pintura religiosa: inspirar emoción y también reflexión. Su dramática y, a veces, teatral presentación de los asuntos y figuras eran vivos recordatorios de las glorias del Señor, de la Virgen y de sus santos. El arte del Greco fue una síntesis entre Venecia y Roma, entre el color y el dibujo, entre el naturalismo y la abstracción. Consiguió un estilo propio que implantaba las técnicas venecianas en el estilo y el pensamiento manierista.
Toledo, como comentábamos, era un importante y activo centro cultural. En la biblioteca capitular se conservan numerosos manuscritos e impresos, cantorales polifónicos y de canto llano así como otros numerosos documentos. Entre los maestros de capilla y autores que han dejado un mayor número de composiciones en las fechas en torno a la figura de El Greco están: Ginés de Boluda, Pedro de Escobar, Bartolomé de Escobedo, Constanzo Festa, Francisco Guerrero, Josquin des Prez, Alonso Lobo, Cristóbal de Morales, Jean Mouton, Juan Navarro, Francisco de Peñalosa, Bernardino de Ribera, Jorge de Santa María, Francisco de la Torre, Andrés de Torrentes, Felipe Verdelot, Tomás Luis de Victoria y Sebastián de Vivanco.
Así, para retratar la música sacra escucharemos al Sevillano Cristóbal de Morales, nombrado maestro de coro en la catedral en 1545 puesto por el cual regresó de Roma, a Alonso Lobo, también sevillano y discípulo de Guerrero y nombrado en 1593 maestro de capilla de la catedral, y por último a Ginés de Boluda, cartaginés que ganó su puesto en 1580 mediante una oposición a la que también concurría Vivanco, maestro abulense que finalmente ocupó la plaza de Salamanca desde la que envió algunos de sus libros impresos a Toledo.
DEL TAÑER DEL CORAÇON
En cuanto a nuestro programa profano, Del tañer del coraçon, confeccionaremos un fresco renacentista bebiendo de todas las fuentes posibles, con obras de diverso formato, de denominaciones y estructuras diferentes, realizadas con distintas técnicas y desde muy variadas perspectivas y temáticas. Se mezclarán, así mismo, los autores más desconocidos con los más renombrados, las obras más populares con algunos tesoros olvidados, las piezas más sencillas y populares con aquellas más exquisitas.
Los Cancioneros Musicales serán nuestros manantiales principales, colecciones que pretenden recoger la música cultivada en un círculo cortesano o nobiliario concreto. Tras el oscurantismo medieval, la cultura vuelve a adquirir un nuevo protagonismo, siendo signo de refinamiento y prestigio social. Así, sonarán obras del Cancionero de la Colombina, el de Palacio, el de Uppsala y el de Medinaceli. La segunda fuente importante es la de la música impresa, eligiendo a tal efecto aquellas ediciones que fueron editadas por los propios autores que la compusieron, como el drama en prosa latina Historia Baetica de Carlo Verardi, publicado en Roma, el Libro de Villanescas de Juan Vásquez editado en Sevilla o el Libro de Ensaladas de Mateo Flecha el Viejo, publicado por su sobrino en Praga.
Entre las formas a desarrollar, se cantarán 8 villancicos, una frottola, una canción, 2 cantatas, una canción de taberna, 2 villanescas y una ensalada. El villancico es una pieza autóctona de nuestro país, muy característica del Renacimiento. Puede ser religioso o profano, pero en ambos casos estará en lengua vernácula y con un marcado carácter popular, prefiriendo en ellos la técnica homofónica a la contrapuntística. Estos 8 han sido los seleccionados:
A los maitines era es un villancico anónimo, de tema religioso. Podría parecer fuera de lugar dentro de un repertorio profano pero no es así. Se habla del embarazo de la Virgen, pero desde la nueva perspectiva del humanismo. La Reforma protestante niega la divinidad y la virginidad de María, por lo que la Contrarreforma se verá obligada a reforzar dichos valores, pero sin olvidarse del carácter humano de la Madre del Creador. La novedad reside en presentar el tema religioso desde una perspectiva más cercana al pueblo. Valga también esta pieza como homenaje a todas esas joyas musicales de autoría anónima.
Dime triste coraçon, de Francisco de la Torre, en un villancico homofónico que desarrolla el tema del amor cortes: el poeta canta su desesperación ante la falta de interés de su amada. Es una de las primeras fuentes conocidas en las que aparece el motivo musical “la Folie d’Espagne”, uno de esos bajos ostinatos que tan en boga se pondrán en el Barroco. Muy poco se conoce de este compositor sevillano. Trabajó para la Capilla Real de la corte de Aragón, y acabó en la Catedral de su ciudad natal. Nos parece importante contribuir a la difusión de músicos que a pesar de su desconocimiento, siguen susurrando, desde su grandeza, sus hermosas cuitas de amor al oído del alma humana.
Le sigue el villancico Con amores la mi madre, de Juan de Anchieta, uno de los polifonista más importantes de la Corte de los Reyes Católicos. Se conoce fundamentalmente por su producción religiosa. Por ello hemos deseado mostrar su rostro más mundano y desconocido. La ambigüedad de la pieza, que ensalza el amor maternal, podría entenderse o bien señalando el amor del poeta hacia su madre carnal o bien el amor del escritor hacia la Virgen María. Nos topamos una vez más con esa búsqueda de la humanización de lo divino. Es un ejemplo perfecto de la primitiva música renacentista española donde se combina la técnica de la chanson francesa con las técnicas de la polifonía sacra. Olvidado durante siglos, los estudios comienzan a poner a Anchieta en el lugar que le corresponde.
Pasamos al villancico Muy triste será mi vida, de Juan de Urrede, que viene a ejemplificar a aquellos compositores que, no siendo españoles, acabaron afincándose en nuestro país. Nació en Brujas. Trabajó para la casa del primer Duque de Alba, primo hermano del rey Fernando de Aragón, y terminó trabajando para este mismo al ingresar en su Capilla. Este villancico es hasta el momento el más refinado, elaborado y contrapuntístico de los que integran nuestra propuesta, no en vano es un autor franco-flamenco. Se nos presenta un tema amoroso: el caballero y la dama deben separarse, posiblemente a causa de una batalla. El poeta reflexiona en torno a la separación y la muerte, con gran profundidad filosófica.
En el caso del villancico de Juan del Enzina, el Cu cú nos acerca a la típica pieza satírica, donde la caricatura se une al erotismo y a las frases de doble sentido. El cuco es a la vez un pájaro y el vocablo usado para señalar a los maridos cornudos, realidad de mucha actualidad por aquel entonces, donde el amor solía ir por un lado y el matrimonio por otro. Encontramos en él un recurso muy renacentista: la onomatopeya, que intenta imitar a la naturaleza.
Dindirindín es un sencillo villancico profano de autoría desconocida, homofónico y de marcado ritmo ternario. También usa de la onomatopeya. Hablamos una vez más de amores furtivos. La protagonista es una dama que, al encontrar un ruiseñor, le pide que le comunique a su amante que ya no podrá disfrutar más de él, pues acaba de casarse. Resuenan en ella los ecos de las antiguas cantigas de amigo medievales. El texto es una mezcla de francés, provenzal y catalán, lo cual nos habla de su posible procedencia aragonesa, o navarra (territorio recién adquirido por los Reyes Católicos). Es un testimonio que evidencia la convivencia de varias lenguas en nuestro país desde tiempos inmemoriales.
Ah Pelayo? Que desmayo es un villancico profano de Juan de Aldomar, del cual sólo se sabe que es de origen catalán, que fue maestro de Capilla de la Catedral de Barcelona y que ingresó en la Capilla Musical de Fernando el Católico. La obra se ha planteado en forma de diálogo, recurso bastante frecuente en el Renacimiento. Un amigo le cuenta a otro que su estado de alteración se debe a su súbito encuentro con una hermosa dama.
Teresica hermana es uno de los pocos villancicos profanos que nos llegan de Mateo Flecha el Viejo. Cuenta la historia de un amor prohibido, donde la protagonista parece quedarse embarazada. Al llamarla Teresica hermana, y mencionar a su madre al final, no sabemos si se trataría de una religiosa rondada por un trovador o de dos amantes con parentesco muy próximo entre ellos. La pieza posee un evidente tono picaresco y erótico.
La segunda pieza del programa, Viva el gran rey don Fernando, es una frottola, atribuida a Carlo Verardi, secretario apostólico del papado. Sería compuesta en 1492, para celebrar la conquista de Granada, y publicada en 1493 dentro de su obra dramática Historia Baetica, como colofón de la misma. Es la primera frottola impresa de la que se tiene constancia. La frottola fue la música popular predominante en Italia durante el siglo XV y principios del XVI. Fue reemplazada por el madrigal. Mostramos con ella otro de los grandes temas de la música profana: el acontecimiento histórico, con tintes políticos y culturales de gran envergadura. La toma de Granada simboliza la expulsión de los musulmanes de Europa. Es un afianzamiento del poder terrenal y espiritual de la religión imperante. Subrayamos así el protagonismo político de nuestro país, sobre el que todos los ojos de la cristiandad se volvieron, ante la inteligente política de los Reyes Católicos.
La canción seleccionada es Pues que Dios te fizo tal, de Juan Cornago. En el original sólo se encuentra el texto aplicado en la voz superior, algo habitual en el Renacimiento, dándose la posibilidad de cantar las 4 voces o de reemplazarlas por partes instrumentales. Su tema es el clásico amor caballeresco. Este compositor es uno de los escasos músicos españoles de principios del XV de los que tenemos noticia. Aún así, está representado en tres de los más importantes cancioneros. Representa al músico español de amplia formación, pues se licenció en París en Teología, residió en Nápoles como integrante de las Capillas Reales de Alfonso el Magnánimo y de Fernando I, donde trabajó con músicos franco-flamencos, italianos y españoles, y de vuelta a España acabó trabajando para el Rey Fernando el Católico. Su lenguaje refleja el estilo franco-flamenco tan importante en sus días.
Las dos cantatas son de Juan del Enzina, personaje que alcanzó las más altas cotas en el campo musical y en el literario. Levanta Pascual, aballemos a Granada y ¿Qu’es de ti, desconsolado? son dos cantatas a 3 voces. Al final del Renacimiento comienzan a usarse los términos de cantata y sonata para referirse a una pieza vocal e instrumental respectivamente. Dichos términos llegarán muy lejos en siglos posteriores. Las dos cantatas tienen como tema la conquista de Granada, pero desde visiones muy diferentes. La primera es de tono jocoso, y popular. Un grupo de pastores, se preparan para acercarse a esta urbe, cargada de nuevas posibilidades de futuro. El tono desenfadado, un ritmo vivo y una sencilla conjunción homofónica con tan solo un pasaje imitativo inicial nos describen un fresco de gran vitalidad. Todo lo contrario a la segunda: en este caso el poeta se pone en la piel del rey moro que ha perdido la batalla y se lamenta con él, no sin cierta ironía hacia el vencido, al que se le invita a renegar de su fe a través de una música exquisita cargada de melancolía. Si bien se les denomina cantatas, la métrica de los textos coincide con la del típico romance español.
La Tricotea, es una pieza muy singular. Está atribuida a un tal Alonso, del que nada conocemos. Su texto es ininteligible, bien por tratarse de la mezcla de varias lenguas romances, o por emplear palabras inventadas sin sentido, con fines expresivos. Se trata posiblemente de una canción de taberna, que iría cantando la soldadesca. Estas piezas eran muy frecuentes, pero no tanto el hecho de que lleguen hasta nuestros días.
Dos son las villanescas que presentamos: Prado verde y florido, es de Francisco Guerrero, autor sevillano. Junto con Victoria y Morales, se les considera la Santísima Trinidad de la Polifonía Renacentista Española. Su obra profana es escasa, pero no carente de interés. Valga esta pieza como muestra. Es una villanesca “a lo humano”, al estilo de lo popular, de ascendencia italiana, y con influencia del nuevo estilo madrigalista. Guerrero compuso sus villanescas profanas en su juventud. Y en su vejez decidió seleccionar las más elevadas, cambiando sus textos poéticos por otros religiosos y espirituales. Prado verde y florido fue muy famosa. Algunos vihuelistas incluyeron arreglos de la misma en sus colecciones. Guerrero la vertió sobre lo divino en su libro Canciones y Villanescas espirituales, con el nombre de Pan Divino, gracioso sacramento. El texto original está encuadrado en un contexto pastoril, donde el amado se recrea en los elementos naturales del paisaje, emulando la poesía de Garcilaso.
La segunda villanesca es ¿Con qué la lavaré?, de Juan Vásquez, compositor extremeño. Se trata de un caso curioso, pues, siendo sacerdote y estando vinculado a centros religiosos, nos llegan muchas obras profanas suyas y apenas una gran obra religiosa. La belleza de sus composiciones llevó a muchísimos vihuelistas a realizar arreglos para voz y vihuela, tal es el caso también de la villanesca que nos ocupa. Todas las obras que se conservan de él nos han llegado a través de libros publicados en Andalucía, en vida y a expensas del autor, pero sólo nos llegan 3, y se presume que publicaría muchísimos más. No hay rastro de sus obras manuscritas, ni siquiera en las catedrales donde trabajó. ¿Con qué la lavaré? es otra pieza puesta en boca de una mujer. Cabe hacer una doble lectura de la misma: O como el lamento de una muchacha que, al haber sido deshonrada, ya no podrá acudir al río a lavarse, cómo cualquier mujer de bien, pues será señalada y rechazada, teniendo que recurrir al agua de limones como lo hacen las galanas, o mujeres ligeras de la época. La mención del limón apunta a su dimensión erótica por su carga afrodisiaca. El tono lánguido de la pieza nos hace pensar en esta interpretación. Pero también podría ser un juego de palabras donde la protagonista dice que tendrá que seguir el rumbo de las galanas, ofreciéndose a sus amantes, ya que ha caído en la tentación de la carne. Estamos de nuevo ante una pieza cercana al madrigal italiano.
Cerramos este modesto muestrario con la ensalada El fuego, del autor catalán Mateo Flecha “el Viejo”. Las ensaladas fueron recopiladas y publicadas en Praga por su sobrino Mateo Flecha el Joven a finales del siglo XVI. De no ser así habrían terminado por perderse, y con ellas, la propia memoria de dicho género. Su denominación se debe a la mezcla que suponen: son piezas donde podemos encontrar distintos idiomas a la vez, donde se combina lo religioso y lo profano, lo serio con lo cómico, con frecuentes cambios de ritmo, alternancia de voces, distintas texturas, onomatopeyas, partes dialogadas, etc… En ellas podían amalgamarse canciones de diversa procedencia, parodiarse las piezas famosas de otros autores o las propias, podían ser de nueva creación o haberse reutilizado a manera de popurrí. Fragmentos de distintas obras se unían para crear un nuevo hilo argumental resultante de la nueva combinación. La mayoría consisten en una lucha entre el bien y el mal, donde siempre sale victorioso el bien. Tienen un fuerte carácter popular y humorístico. Gozaron de alta popularidad. En la ensalada propuesta, el fuego sería el símbolo del pecado, y el agua, la fuente salvífica para el hombre. Broche perfecto para cerrar nuestra muestra.
Notas: Víctor Manuel Guarnido y Ana Fernández-Vega